No muy lejos de donde vivimos, en un valle muy pintoresco,
un Gran Maestro decidió un día dejar su casa en la montaña y bajar al pueblo
vestido de mendigo…
Paseando por las calles del pueblo, se tropezó con la casa
del zapatero, toco en su puerta y al abrirle, le dijo:
“Hermano, soy muy pobre, no tengo dinero, ni comida, ni ropa…,
estas son mis únicas sandalias y cómo ves, están rotas, me hacen daño en los
dedos, no puedo casi caminar con ellas…, si tú me hicieras el favor de darme
alguna de tantas que tienes, aunque sean usadas, te estaré eternamente
agradecido…”
El zapatero le dijo:
“Estoy cansado de que todos vengan a pedir y nadie a dar…,
yo no tengo fortuna, ¿por qué vienes a pedirme sin darme nada a cambio?”
El Maestro le dijo:
“Yo puedo darte lo que tú necesitas…”
El zapatero desconfiado al verlo como vestía, le preguntó al
mendigo:
“¿Tú podrías darme el millón de euros que yo necesito para
ser feliz?”
El Maestro le dijo:
“Yo puedo darte diez veces más que eso, pero a cambio de
algo…”
El zapatero preguntó:
“¿A cambio de qué?”
El Maestro le dijo:
“A cambio de…, a cambio de tus piernas”
El zapatero le respondió:
“¿Para qué quiero yo diez millones de euros si no podré
caminar?”
Entonces el Maestro le dijo:
“Puedo darte cien millones de euros a cambio de tus brazos…”
El zapatero respondió:
“¿Para qué quiero yo cien millones de euros si ni siquiera
voy a poder comer solo?”
Entonces el Maestro le dijo:
“Bueno, puedo darte mil millones de euros a cambio de tus
ojos…”
El zapatero pensó durante un rato…, y respondió:
“¿Para qué quiero yo mil millones de euros, si no voy a
poder ver a mis hijos, a mi familia, a mis amigos…?”
Entonces el Gran Maestro le dijo:
“¡Ah, hermano, hermano, qué fortuna tienes y aún no te has
dado cuenta…¡”