En esta oportunidad, me
gustaría reflexionar con ustedes sobre la importancia de nuestra
individualidad, de ser realmente los protagonistas de nuestra vida y aspirar a no depender de que otros hagan una u otra cosa para hacernos felices…
De reconocer que nuestra
felicidad depende de nosotros y la felicidad de los que queremos, los que están
a nuestro lado, -nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros padres, nuestros
amigos-, también está influenciada en gran medida por como estemos nosotros,
¿es posible que en momentos de dificultad, la felicidad de los que queremos esté influenciada o condicionada por nuestra propia
felicidad...?, ¿será ésta la solución a muchos de nuestros conflictos
personales y familiares…?
Nada mejor que una bonita
historia para aclarar y enriquecer nuestros pensamientos…, espero que les
guste…
“Cuenta una leyenda de los indios sioux que una vez llegaron hasta la
tienda del viejo brujo, tomados de la mano, Toro Bravo, el guerrero y Nube
Alta, la hija del jefe de la tribu.
Nos amamos -empezó el joven-.
Y nos vamos a casar -dijo ella-.
Queremos un hechizo, un conjuro, algo que nos garantice que podremos
estar siempre juntos dijeron los jóvenes al unísono.
Hay algo que puedo hacer por vosotros, pero es una tarea muy difícil y
sacrificada -dijo el brujo tras una larga pausa-.
No importa -dijeron los dos-.
Entonces -dijo el brujo- Nube Alta, sin más armas que una red y tus
manos, subirás al monte y cazarás al halcón más vigoroso. Tráemelo vivo el
tercer día de luna llena. Y tú, Toro Bravo -prosiguió el anciano- tú debes
traer de la montaña más alta a la más valiente de las águilas, y traerla viva
sin ninguna herida.
Los jóvenes asintieron en silencio y, después de mirarse con ternura,
partieron. El día establecido por el brujo, los jóvenes llegaron a su tienda con
dos grandes bolsas de tela que contenían las aves solicitadas. El viejo les
pidió que, con mucho cuidado, las sacaran de las bolsas. Eran sin duda las aves
más hermosas de su estirpe.
Ahora -dijo el brujo- atad entre sí a las aves por las patas con estas
tiras de cuero. Después soltadlas y dejad que intenten volar. El águila y el
halcón intentaron levantar el vuelo, pero sólo consiguieron revolcarse en el
suelo. Irritadas por su incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre
sí.
Éste es el conjuro: Jamás olvidéis lo que habéis visto hoy. Vosotros
sois como el águila y el halcón..., si os atáis el uno al otro, aunque sea por
amor, viviréis arrastrándoos y, tarde o temprano, os haréis daño el uno al
otro. Si queréis que vuestro amor perdure volad juntos pero jamás atados.”
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