Aprendí que la mayoría
de las cosas por las que me preocupo nunca suceden.
Aprendí que cada logro
alguna vez fue considerado imposible.
Aprendí que nada de
valor se obtiene sin esfuerzo.
Aprendí que la
expectativa es con frecuencia mejor que el suceso en sí.
Aprendí que aun cuando
tengo molestias, no necesito ser una molestia.
Aprendí que nunca hay
que dormirse sin resolver una discusión pendiente.
Aprendí que no debemos
mirar atrás, excepto para aprender.
Aprendí que cuando
alguien aclara que se trata de principios y no de dinero, por lo general se
trata de dinero.
Aprendí que hay que
luchar por las cosas en las que creemos.
Aprendí que las personas
son tan felices como deciden serlo.
Aprendí que la mejor y
más rápida manera de apreciar a otras personas es tratar de hacer su trabajo.
Aprendí que los días
pueden ser largos, pero la vida es corta.
Aprendí que si tu vida
está libre de fracasos, es porque no has arriesgado lo suficiente.
Aprendí que es bueno
estar satisfecho con lo que tenemos, pero nunca con lo que somos.
Aprendí que podemos
ganar un euro de forma deshonesta, pero que más tarde éste nos costará una
fortuna.
Aprendí que debemos
apreciar a nuestros hijos por lo que son y no por lo que deseamos que sean.
Aprendí que el odio es
como el ácido: destruye el recipiente que lo contiene.
Aprendí que planear una
venganza sólo permite que las personas que nos hirieron lo hagan por más
tiempo.
Aprendí que las personas
tienen tanta prisa por lograr una “buena vida” que con frecuencia la vida pasa
a su lado y no la ven.
Aprendí a no dejar de
mirar hacia el futuro; que todavía hay muchos buenos libros para leer, puestas
de sol que ver, amigos que visitar, gente a quien amar y viejos perros con
quienes pasear.
Aprendí que todavía
tengo mucho que aprender…
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