Aún recuerdo el día, ya hace algunos años, que descubrí la enorme
importancia que tiene en nuestra vida la manera en que nos comunicamos, tanto
con otras personas como con nosotros mismos.
Esa manera o estilo que cada uno tenemos, marca la
diferencia entre: conectar o no conectar con otras personas y también, conectar
o no con nosotros, con nuestro sistema de creencias.
Las palabras son el vehículo, el medio, para conseguir esa
comunicación, para conseguir acertar en trasladar nuestras ideas y alcanzar el
objetivo de hacernos entender, de llegar, de conectar…
Es posible que con la comunicación externa, es decir, cuando
hablamos e intentamos conectar con otras personas, tengamos en cuenta este
aspecto, no siempre pero seguramente en alguna ocasión, se nos pase por la
cabeza utilizar concretamente determinadas palabras: para no hacer daño, para
quitar hierro al asunto, para llamar la atención, para convencer, para animar,
para motivar, etc.
Pero, ¿y qué pasa con nuestra comunicación interna?, ¿qué
pasa cuando se pone en marcha nuestro diálogo interno, ese diálogo que siempre
está presente, que no para y que nos capacita o nos limita, dependiendo de lo
que nos digamos y cómo lo digamos…?
Cuando se trata de nuestro diálogo interno, las palabras que
utilizamos, nos pueden ayudar a convencernos, a fortalecernos y a conseguir los
estados capacitadores necesarios para afrontar los retos diarios en nuestra
vida…
Seguro que en alguna ocasión les ha tocado animar y crearle
entusiasmo a alguien querido y cercano: hijos, hermanos, amigos, pareja,
compañeros de trabajo…, para ayudarlos a superar alguna dificultad o a enfrentarse
con algún reto importante, para ello habrán recurrido a frases del tipo: ¡confío en ti¡, ¡tú puedes¡, ¡eso no es
nada para ti¡, ¡a por ello¡, ¡yo creo en ti¡, ¡lo vas a conseguir¡…, el
poder de estas palabras unidas al entusiasmo y convicción con que las dices
tienen un efecto motivador y multiplicador de capacidades en esas personas a
las que van dirigidas, seguro que han vivido esa experiencia tan gratificante,
¿verdad?
Sí, así es, indiscutiblemente el poder de determinadas
palabras expresadas de una manera totalmente convincente, es increíble y el
efecto que tiene en las personas a las que van dirigidas es poderosísimo…
Las palabras adecuadas y un poder de convicción alto, obran
verdaderos milagros en los demás, y más importante aún, a través de nuestro diálogo
interno en nosotros, en nuestro sistema de creencia y en nuestro estado
emocional, este milagro está en tus manos…, está en utilizar el poder de las
palabras…
“Nos creemos lo que nos decimos a menudo”, sea lo que sea,
comunícate habitualmente de manera positiva, utiliza las palabras adecuadas,
aquellas que te motiven, que te ayuden…, hazlo de manera convincente y te lo
creerás, así de sencillo, pruébalo…, verás que todo cambia cuando cambias la
forma en que te comunicas…
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